Tres generaciones maya-k’iche' producen aguacate con calidad de exportación adoptando Soluciones basadas en la Naturaleza
En 2023 la cooperativa COINACHI logró la Certificación GLOBALG.A.P., por las buenas prácticas agrícolas que impulsan en la microcuenca Chipacá, ubicada en Chichicastenango, El Quiché, Guatemala. La alta carga frutal y la calidad del aguacate Hass que producen es resultado de la aplicación de medidas de Adaptación basada en Ecosistemas (AbE), centradas en la conservación del agua y el suelo.
Ciudad de Guatemala, Guatemala, 30 de octubre, 2024 (UICN). A los once años, Tomás Cuterez perdió a su padre. Según relata, su papá, un productor de manzana, fue una de las víctimas del conflicto armado que afectó a Guatemala en la década de los 80. De esa tragedia, que le obligó, como hermano mayor, a abandonar la escuela para dedicarse a la agricultura, surgió un liderazgo y una persistencia poco usual que sembró en 1994 la semilla de lo que hoy es la Cooperativa Integral Agrícola Unión Chipaquense (COINACHI).
La cooperativa nació con la visión de trabajar los cultivos de la microcuenca Chipacá frente al reto de la escasez de agua que sufre la zona, parte del altiplano guatemalteco, identificado como de alta vulnerabilidad frente al cambio climático.
Perforar un pozo era la idea que sus miembros visualizaban para conseguir el agua que requerían para mantener los cultivos. Pero, con el paso del tiempo, se concentraron en alcanzar buenas prácticas agrícolas, entre ellas la conservación del suelo, abandonando la idea de la perforación del pozo. Es entonces cuando empiezan a explorar la posibilidad de cosechar agua de lluvia.
Con el apoyo de la UICN, se logró concretar este proceso, a través del proyecto Altiplano Resiliente. De manera que, actualmente, trabajan en la implementación de nuevas tecnologías para la cosecha de agua de lluvia, a través de reservorios y sistemas de riego por microaspersión, además de la realización de obras de conservación de suelo, como terrazas individuales y cercas vivas. Estas iniciativas se complementan con el manejo de cuatro cultivos, especializándose en manzana, ciruela, melocotón y aguacate de la variedad Hass.
“Estamos viendo ya los beneficios que tiene la cosecha de agua en el cultivo. Primero, se acorta el tiempo de la maduración; segundo, se puede manejar el tamaño de la fruta; y tercero, se reduce el tiempo de la producción, por lo que el producto llega al mercado antes que la mayoría. Eso se traduce en que tenemos un precio competitivo para el productor y con eso se obtienen las utilidades que se persiguen alcanzar”, relata Miguel Morales Tecún, gerente de Desarrollo Comercial de COINACHI.
Desde su fundación, la cooperativa ha crecido en un 32.5%, pasando de 27 a 40 personas asociadas. De acuerdo con Morales, el beneficio que ha encontrado la gente es que antes, en época seca, se trasladaban hacia los ríos para transportar agua para sus cultivos. Mientras que ahora, al tener un reservorio con agua de lluvia, se reducen los costos de movilización y de transporte, y se cuenta con disponibilidad de agua de 3 a 4 meses, que es el periodo que dura la época seca en el área.
Por otro lado, menciona que la cosecha anticipada y la calidad de la fruta les ha permitido el acceso directo a los mercados a nivel nacional, colocando su producción en los supermercados más reconocidos de Guatemala, evitando la especulación de precios, sin participación de intermediarios.
El identificar un mercado que demanda fruta de acuerdo con el tamaño, les permite manejar rangos de peso y obtener un precio competitivo, aproximadamente de un 50% superior al promedio. Así, su producto va pesado, clasificado y empacado bajo un proceso técnico de buenas prácticas de manufactura, lo que asegura que el producto final conserve su frescura por más tiempo en anaquel.
En sus palabras, con este giro hacia las buenas prácticas agrícolas, que incluyen la cosecha de agua de lluvia, han logrado un crecimiento del 75% en ganancias. Su visión es que, dentro de 3 a 5 años, alcancen una producción 100% orgánica, en la que incluso puedan producir sus propios insumos, para darle un valor agregado a su producción.
La transición a las buenas prácticas agrícolas requirió un cambio de comportamiento por parte de las personas asociadas. Este cambio fue posible gracias a la capacitación continua en temas como manejo de agua y suelo, Sistemas Agroforestales, gobernanza y liderazgo; la realización de giras educativas para conocer de otras experiencias; y la elaboración de análisis de mercado, para anticiparse a los avances y requerimientos del entorno comercial.
El mejor ejemplo del éxito obtenido en la adopción de buenas prácticas son las parcelas ya desarrolladas de aguacates, melocotones y manzanas, como la de Tomás Cuterez Lares, quien destaca: “el aguacate me ayudó de levantarme a dar el estudio a mis hijos” y “muchas personas han aprendido de mi experiencia”. A la fecha, incluso ha generado opciones de trabajo en su parcela.
Morales indica que cuando la gente ve los resultados empieza a implementar los cambios. Cuenta que incluso vecinos que no son parte de la cooperativa se han acercado a preguntar qué es lo que han hecho diferente, producto de la curiosidad que les da ver las parcelas de miembros de la cooperativa con mayor carga frutal y de mejor calidad. Al respecto, la cooperativa funciona como un laboratorio abierto, con la disponibilidad de compartir su conocimiento, a través de asesorías técnicas.
Como parte de su cultura maya-k’iche, en COINACHI combinan las nuevas tecnologías agrícolas con sus conocimientos ancestrales, rescatando el uso de abono orgánico, las técnicas manuales que prescinden de maquinaria, y la revisión de las fases lunares para guiar las épocas de siembra, podas y cosecha.
En una zona donde es frecuente la ocurrencia de fenómenos climáticos extremos, como sequías y heladas, la información climática es clave. Morales enfatiza que lo vital es recibir las alertas de manera anticipada. “Eso lo estamos obteniendo a través del proyecto Altiplano Resiliente, porque dentro del proceso está interviniendo el INSIVUMEH, y ellos y todas las instituciones que están participando están elaborando un boletín que se circula con anticipación. Por ejemplo, ya recibí el último boletín donde se están haciendo las alertas sobre el fenómeno del Niño”.
Mujeres maya-k’iche hacen parte de esta cooperativa. Algunas de ellas tienen sus propias parcelas y son productoras. Dentro de la estructura organizativa actual, el cargo de vicepresidencia lo ocupa una mujer. Además, ocupan otros cargos dentro de la Junta Directiva, como vocales, por ejemplo.
Producto de los procesos de sensibilización sobre género e inclusión social promovidos por el proyecto, para COINACHI es relevante lograr la incorporación de las mujeres y de las personas jóvenes, considerando generaciones de relevo, lo que, a su vez, pretende crear opciones locales para evitar la migración hacia otras partes o fuera del país.
Las prácticas de conservación de agua, como la captación de agua, las acequias y los sistemas agroforestales, contribuyen a captar humedad y utilizarla durante la época seca. Mientras que las prácticas de conservación de suelo, como las terrazas de banco, surcos en contorno y la reincorporación de materia orgánica, mejoran la infiltración del agua y reducen la erosión durante los períodos de exceso de lluvia. Estas prácticas, aunadas a la diversificación productiva, aumentan la resiliencia de la parcela, contribuyendo además a la captura y fijación de carbono en el suelo, aumentando su fertilidad y con ello, los rendimientos agrícolas.
Al cierre de la entrevista, Tomás Cuterez expresó: “ese proyecto (Altiplano Resiliente), doy gracias porque es el mejor proyecto que he visto durante mi vida, porque, como le dije, si no fuera por el agua, mi cosecha no estaría así, pero ahora he aprendido que hay medios cómo cosechar el agua para darle a la planta y así llevar el beneficio a la familia”.
Las 40 personas que conforman COINACHI y sus respectivas familias, como la Cuterez Tecún, hacen parte de las 132 mil personas beneficiarias del proyecto Altiplano Resiliente. Desde 2020, esta iniciativa busca reducir el impacto del cambio climático en el ciclo hidrológico de las cuencas del altiplano guatemalteco, para aumentar la resiliencia de los ecosistemas y las poblaciones locales.
Altiplano Resiliente es implementado por el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN), el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA), el Instituto Nacional de Bosques (INAB), y el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (INSIVUMEH).
Además de la UICN, Altiplano Resiliente cuenta con la colaboración de la Fundación para la Conservación de los Recursos Naturales y Ambiente en Guatemala (FCG) y la Universidad Rafael Landívar (URL), gracias a fondos provenientes del GCF (Green Climate Fund) y la Agencia de Cooperación Internacional de Corea (KOICA).